Me dijeron que esta tierra era del viento, pero sobre el mar hay
la calma de los funerales anunciados y me ahogo.
Qué estarás haciendo ahora, la noche se alarga en minutos digitales
y respiro este silencio tan solemne con que habitaba bosques,
rellanos, butacas de cine y otros lugares casuales,
rendido a la ferocidad de tu lengua desatada y guerrillera en mi boca.
Así es, en este tiempo de revoluciones en las plazas y despedidas
sin billete de vuelta, de mentiras en pantallas de plasma y ángeles
caídos
desde la cornisa desahuciada de la desesperación, yo te amo.
Es urgente tu regreso, suicidar el inventario gris de una casa cerrada
demasiado tiempo y acostumbrarnos a ser libres desde nuestra piel,
porque este continente en miniatura es un desierto desde que no estás,
y no puedo leerte mis libros favoritos mientras haces que duermes
ni preparar un desayuno para dos que detenga el sol en la mañana.
Vuelve, y di que no te has ido.