…La noche más larga se fue adentrando en mí con la precisión de un bisturí de cirujano, e irremediablemente, el latigazo de la memoria ahuyentó al fin todo el pesar, para transformarse en escenario de palabras. No esperaba la redención con ellas, ni tampoco un marasmo de certezas añadidas a lo que ya sabía. Tan sólo dejaría que se hiciesen dueñas de cada momento, entregado a la necesaria ocurrencia de que habría de amanecer…

lunes, 14 de marzo de 2011

Mi vecina

Odio a mi vecina. No la he visto jamás, pero la odio. No sé su nombre, ni qué aspecto tiene, ni su edad, pero desearía que no existiera. Mi vecina, que lo es desde hace un mes y medio, ha hecho del ruido su razón de ser, como yo del silencio, y ha decidido que quiere hacernos partícipes a todos los que estamos a su alrededor de tan triste elección. Nunca he tratado con mi vecina, lo único que tenemos ella y yo en común es un tabique por el que se solapan nuestros modos de vida.
Mi vecina comienza el día disfrutando de unos buenos consejos de salud y belleza en la 1. Me pregunto cómo es posible que todavía sigan machacando nuestros cerebros en la matinal con la conveniencia de consumir frutas, verduras, controlar el colesterol, no exponerse a los rayos del sol, caminar todos los días y mil obviedades más, y a ningún presentador entrado en años pero apuesto, que es lo que pulula por la pantalla a esas horas, se le haya ocurrido comentar los beneficios de ver la televisión a un nivel de decibelios razonable. O más audaz aún, de no perder el tiempo en la mañana con la insulsa programación ofertada, a medida de un personal mayoritariamente hipocondriaco y/o prejubilado, y salir a dar un paseíto, que dicen que quien mueve las piernas, mueve el corazón.
Pero me da que mi vecina se mueve menos que los ojos de Espinete, he llegado a plantearme la posibilidad de que se encuentre en silla de ruedas, pero viviendo en un tercer piso sin ascensor –y ya pasa de año y medio sin el bendito habitáculo-, descarto esa hipótesis, apostando más por las opciones del arresto domiciliario o el teletrabajo.
Mi vecina es de esas personas que cuando habla por teléfono, necesita gritar para hacerse oír, expertos en medicina aseveran que ciertos especímenes humanos, con un evidente déficit cultural, tienden a relacionar enfermizamente los sentidos de la vista y del oído, compensando la ausencia del primero con un exceso cuantitativo –nunca cualitativo- en el volumen y duración de la conversación.
Al comenzar la tarde, suele ser mucho peor. Mi vecina suele degustar café con un nutrido grupo de tertulianos y tertulianas de Tele 5, con los que también comparte el citado déficit cultural. En ciertos momentos en que me encuentro a medio camino entre el sueño profundo y la posibilidad creciente de abortar la siesta y cagarme en todo lo que se mueve, he llegado a sentir un halo de esperanza por mi vecina, pensando que al hacer zapping se había redimido en las bondades de la 2, para ver uno de esos documentales sobre el apareamiento de hienas en el Serenguetti. Falso espejismo, son los invitados de Telecinco los que producen un sonido similar a las hienas durante el cortejo de la hembra y posterior cópula. Este sonido se vuelve más incisivo aún cuando todos gritan a la vez, imitando de manera asombrosa a una avalancha de Ñus. Paradójicamente, esas mismas agresiones decibélicas a la inteligencia humana que a mí me hacen saltar del sofá y alimentan mis más bajos instintos de crímenes perfectos con respecto a mi vecina, a ella le producen una inmensa sensación de felicidad y excitación, y he llegado a oírla reír y apoyar frases tan elocuentes y certeras de los tertulianos tales como “aquí estamos para sacar a la luz toda la verdad sobre las infidelidades de Menganito o Zutanita”, o “yo he venido a este programa para que se me respete y me dejen vivir mi vida tranquila”.
Cae la noche y el horror se vuelve expresión máxima en casa de mi vecina, el abanico de opciones suele ser tan extenso como inquietante, Gran Hermano el Debate, Sálvame Deluxe, La Noria, Dónde estás corazón…Yo me pregunto, ¿es que a esta tía no le da nunca por apagar la tele y echar un polvete, como todo el mundo, o es que tiene la vida sexual de una hormiga obrero? Tampoco me extrañaría, sobre todo si es verdad eso que dicen de que para disfrutar el sexo a tope, también hay que excitarse con el cerebro de la persona que esté encima, debajo, detrás o delante de uno, según el caso.
En fin, aquí van una serie de indicaciones para combatir y neutralizar a este tipo de siniestra vecindad, porque, recuerda, hoy me pasa a mí, pero mañana te podría tocar a ti:
Entre las 9 y las 14 horas: Manic Street Preachers, en especial el Cd “Know your enemy” volumen entre 25 y 30 de un equipo de sonido con 100 watt. de potencia. A menor capacidad de los altavoces, subir el volumen general del equipo. También suele funcionar algo de Pixies, y en el ámbito nacional, Extremoduro o Barricada.
De 14 a 16 horas: Un telediario nacional y después el noticiero de Gol Televisión suelen ser suficientes para neutralizar los programas de sobremesa de nuestra querida vecina.
De 16 a 18 horas: Aquí la cuestión es más compleja, pues se trata de ignorar la tertulia de las sabandijas de las cadenas privadas, pero también poder descansar. Apuesto por Loreena McKennitt, a un volumen pelín más alto del apropiado para disfrutar las bondades de la siesta, pero al final es una cuestión de salud mental, o te dejas mecer por su prodigiosa voz, o escuchas las estridentes gilipolleces de los famosillos de turno.
De 18 a 22 horas: aquí el abanico es más amplio, entra todo el espectro del pop-rock, e incluso algo de jazz. En ocasiones un buen partido de fútbol no está mal, a ser posible acompañado de buena cerveza. Imprescindible gritar como un poseso los goles y ser variado en el catálogo de insultos al árbitro y jugadores rivales. En casos extremos, se aprueba la posibilidad de grabar el partido y verlo a la una de la mañana, cuando nuestra vecina-maruja duerme, sin cortarnos ni un pelo en las manifestaciones antes señaladas.
De 22 a 24 horas: Una buena película, con ciertas dosis de acción o una banda sonora poderosa, en formato DVD y con sonido 5.1, suele bastar para ignorar la televisión de la vecina. Altamente recomendables películas como Gladiator, 300, Pink Floyd The Wall, Salvar al soldado Ryan o similares.
Bueno, no me hagáis demasiado caso, tal vez quien pasa demasiado tiempo en casa soy yo. ¿Me estaré volviendo como mi vecina?

2 comentarios:

encantadora de serpientes dijo...

Paciencia...querido. Todos tenemos una vecina que cree que el mundo es suyo, tendríamos que vivir cómo un verdadero anacoreta, metidos en una cueva en el monte. La mía cree que gritándole más a su hija, ésta le va a hacer más caso y lo único que consigue es que corra por el parquet con sus botas ortopédicas rauda cómo corcel enfurecido. Y a veces, durante la toma de leche de otro bebé que tiene usa una campana cómo la de las parroquias, no sé cuál es el fin. ¡los padres queremos lo más grande para nuestros hijos! pero ¿no saben que existen los sonajeros? más sutiles, agradables, sin peligro de perforar el tímpano de su querido bebé. Además de que las paredes parecen hechas con papel de fumar. Nada hijo... vámonos pa'l campo.

Anónimo dijo...

Jejejejej!!!
Hay Rafa...gracias por hacerme sonreir a estas horas de la noche/mañana!!
Es la vida, no estamos solos!!