horas lentas para conservar tu
imagen, aquí un ombligo,
allá unos hombros, una cicatriz,
ese lunar.
Nocturno y alevoso recorrí tu piel, describí trayectorias
en tu vientre y un camino de
regreso,
por si el amanecer traía la
lluvia.
Ahora observo este lado derecho
de la cama,
tan vacío y desolado,
inédito como el arma sustraída
del escenario de un crimen.
Y si no fuera por la
persistencia del deseo,
se diría que nunca estuviste
aquí.
Te has convertido en la lentitud
de las nubes,
me conmueve recordar la ternura
de tu abrazo
y tus sentidos sucumbiendo al mar de
caricias de mi boca.
Ese es el dilema que acompaña a
tu nombre,
no se puede amar tanto un pasado
entre las sombras
y aguardar recompensa por el
tiempo estoico de la espera.
Un fantasma de humedad recorre
este archipiélago de dudas,
y el otoño avanza hacia la
nostalgia definitiva.