Me dijo, traza un mapa del deseo, mostrándome las aristas
de su cuerpo desnudo, y yo, que siempre hice de la vehemencia
razón para delimitar belleza, me detuve en la cicatriz de su vientre,
que marcaba un rastro firme al edén de su entrepierna.
Nunca supe por qué elegí ese trozo de piel imperfecta, breve y rotunda,
frente al paisaje de carne tersa que mi amante me entregaba.
Acaso era el delirio de un sueño en ciernes en el bucle de mi sed,
o la imperfección de mi amor descubierto al fin demasiado tarde.
Pero aquél día comprendí que lo más hermoso suele ser lo que menos amamos,