las calles están llenas de tristeza y mis manos
son de hielo, caminé entre sombras y vuelvo
con el deseo primitivo de otro tiempo
y la memoria entreabierta a tu balcón,
donde solías decirme adiós algunos mediodías
de un invierno en llamas.
No hablaremos, el lenguaje de los amantes
termina en el umbral de los besos,
no me preguntes causas ni razones.
Afuera se paró el mundo y nunca me fui,
esa es la verdad.
Abre la puerta, mis argumentos no caben
en un buzón, déjame enfrentar este silencio
al fulgor de tus ojos, mientras jugueteo con
el vientre redondo y tu gemido es la luz.
Cuando amanezca y el calor se extinga,
jamás habré existido y sólo habitaré
los indecisos sueños.