…La noche más larga se fue adentrando en mí con la precisión de un bisturí de cirujano, e irremediablemente, el latigazo de la memoria ahuyentó al fin todo el pesar, para transformarse en escenario de palabras. No esperaba la redención con ellas, ni tampoco un marasmo de certezas añadidas a lo que ya sabía. Tan sólo dejaría que se hiciesen dueñas de cada momento, entregado a la necesaria ocurrencia de que habría de amanecer…

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Absolución

Bebíamos para no quedarnos sin palabras en el teatro de las horas,
y la tarde oscurecía el camino de vuelta a casa.
A los veinte años, uno no sabe de retiradas a tiempo ni de honor
en la derrota, aunque centímetros de distancia a unos labios
supongan una travesía infinita, un océano insalvable.
Cuando mi manos comenzaron el ritual de caricias en su pelo, tímidas aún,
ella bajó la mirada y sentí que lo había perdido todo, cayó la noche
entre los dos, mi deseo y sus dudas resueltas al fin en un gesto.
Y el tacto indefinido perduró para siempre. Mutilados sueños.
Volví a verla años después, hermosa e inquietante aún,
pero ya la había asesinado en delirios de tantas madrugadas
y apenas era una sombra imprecisa. Esa fue la última vez,
y en el breve encuentro, cordial y sin atajos al pasado,
obtuve mi exiguo triunfo sobre su nombre.