a la marejada de una ausencia interminable.
Avanza la perplejidad del otoño y me he
quedado pasmado
en una mañana gris frente a tu puerta,
enumerando mil razones para conjurar el
desaliento,
tu mirada anhelante e incisiva, el sexo que
abrasa,
las palabras que te nombran, mi mano en tu
vientre.
Demasiadas cosas se quedaron y tengo el paso
lento del que vaga
buscando absolución en una mirada que
significaba todo.
Ya no soy el merodeador de tu cuerpo, pero
cada noche es mi abrazo
el delirio del deseo desterrado, sabiendo que
me sientes.
De esta espera a perpetuidad, de esta senda
soy viajero
hasta que tú digas mi nombre.