…La noche más larga se fue adentrando en mí con la precisión de un bisturí de cirujano, e irremediablemente, el latigazo de la memoria ahuyentó al fin todo el pesar, para transformarse en escenario de palabras. No esperaba la redención con ellas, ni tampoco un marasmo de certezas añadidas a lo que ya sabía. Tan sólo dejaría que se hiciesen dueñas de cada momento, entregado a la necesaria ocurrencia de que habría de amanecer…

viernes, 15 de abril de 2011

La lógica matemática de la melancolía


Las razones de la melancolía se sustentan en un libro pospuesto
demasiado tiempo, en los juegos malabares con mis zapatillas,
como cuando era un niño, o pasar de un amanecer a tientas
al armagedón amarillo de una bombilla,
cuando todavía afuera es noche, y los únicos sonidos
son los que querrías ignorar, toses de fumador,
pasos errantes, el ding de un microondas, el agua que baja
de una cisterna.
A veces una radio destripando tristezas en el mundo.
Y la ceguera.
No hay despertar amable, ni palabras sencillas que lo justifiquen.
Después, las horas se van adhiriendo a la piel,
y piensas en recuperar el sentido,
hacer lo que no hiciste por miedo o cansancio,
tal vez una huida.
Pero el reloj vuelve a imponer su sentencia,
es más de medianoche. Otra vez.
“Mañana, será mañana”, alcanzas a murmurar,
mientras el dilema de dualidad frente a unidad
te envuelve de sopor,
y las sombras lo son todo.



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