…La noche más larga se fue adentrando en mí con la precisión de un bisturí de cirujano, e irremediablemente, el latigazo de la memoria ahuyentó al fin todo el pesar, para transformarse en escenario de palabras. No esperaba la redención con ellas, ni tampoco un marasmo de certezas añadidas a lo que ya sabía. Tan sólo dejaría que se hiciesen dueñas de cada momento, entregado a la necesaria ocurrencia de que habría de amanecer…

lunes, 5 de noviembre de 2012

El hombre quieto


Él te esperaba en la avenida que cruza con tu calle,

con su mejor traje y la sonrisa de caimán domesticado.

El cielo gris del norte y el otoño anunciaban un tiempo de lluvia,

y las caprichosas nubes deshacían los minutos, convirtiéndolos

en horas. Te esperaba, pero nunca supiste de su celo y su templanza.

Ni siquiera al marchar llegaste a ver esa figura quieta

por el retrovisor de tu coche, y él imaginó, para no sentirse solo,

que ibas a buscarle con la prisa de los jueves.

El tiempo siguió pasando, llovió, y el hombre permaneció allí,

de pie, frente a un jardín sin flores, atenazado por causa del amor

y de tu olvido. Cuando supo al fin que no volverías a mirarle,

decidió acomodarse en la alquimia del recuerdo para conjurar

la lluvia y el deseo, y a espaldas de la noche recorrió el camino

de vuelta a casa.

 

 

 

 

 

 

 

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