sonido añejo de arpas y gaitas.
Acomodado en el imán de tu cuerpo,
dispersando mis dedos lentos como soldados
por los pliegues del deseo,
furtivos y enamorados,
siempre a expensas de la palabra definitiva,
la luz se fue apagando, dando paso
al bosquejo de la piel en el beso
y el sexo a la deriva.
Escaramuzas de amor y de despedidas lánguidas
en el tiempo menos presentido de tu ausencia.
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