vuelvo a fumar en pipa
y desempolvo mi boina calada,
con su estrellita roja…
¿qué dirán mis fantasmas?
Enfundado en mi vieja gabardina negra
y con el pañuelo de las causas perdidas,
sus raídos jirones,
¿habrá un sitio para mí?
El espejo acrecentó mis ojeras,
y ando en los años del aciago descenso
a los miedos más arcaicos,
como y duermo solo,
le hablo al televisor
y, a veces, la madrugada me sorprende en el sofá,
en penumbra de sueño,
como a un moribundo abandonado.
En estas condiciones, parece aventurado
entregarse al instinto más rebelde,
no ser uno más, y sí uno menos.
Pero es que tengo el alma alerta
y la mirada de solsticio rojo.
Y la vida me parece más humana
desde este lado de la locura
que inventan para confundirnos,
aquellos que se dicen buenos.
Delirio sí, soberbio e insurrecto,
frente a la necedad de sus razones,
para poblar de eterna rebelión
mentes, cuerpos, calles, primaveras.
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