que aniquilan la razón de mis sentidos,
si me aferro a la tristeza absoluta que ocultan
nuestras manos,
enlazadas un instante por causa del silencio,
y escribo los versos definitivos que te hagan
inmortal
y sueño inalcanzable, al fin.
Si ya no estoy de vuelta por tu barrio triste
y populoso,
donde el sol nunca se detiene en tu ventana,
para yacer una vez más entre tus piernas,
ebrio de deseo
en el tiempo de la erizada piel.
Y la ternura por tus hombros deja paso al
monólogo sin respuesta
de un canto febril y reincidente,
reflejo de espacios habitados por simulacros
de felicidad.
Si es así porque no hay otra manera de amarte,
es bienvenida esta cadencia de recuerdos que
me arrastran
al lado más desierto de la habitación, donde
no habitas
ni serás más amor en cuerpo y alma, aunque
duela
cada segundo y no amanezca sino en sueños.
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