…La noche más larga se fue adentrando en mí con la precisión de un bisturí de cirujano, e irremediablemente, el latigazo de la memoria ahuyentó al fin todo el pesar, para transformarse en escenario de palabras. No esperaba la redención con ellas, ni tampoco un marasmo de certezas añadidas a lo que ya sabía. Tan sólo dejaría que se hiciesen dueñas de cada momento, entregado a la necesaria ocurrencia de que habría de amanecer…

domingo, 26 de diciembre de 2010

Otros mundos

Ojeo el esperpento de una revista de esas llamadas del corazón. Como si en ese órgano no se concentraran pasión, sentimientos, alma y valor. A cada página descubro que hay otros mundos dentro de éste, mundos exclusivos e idílicos de los que muchos quieren formar parte, aunque sea como mudos espectadores de una belleza desquiciante. Sección enlaces, sección divorcios, sección fulanita nos abre las puertas de su casa en Navidad. Me detengo en una reseña, se anuncia la boda de dos personajes de este inframundo, mi mente no deja de imaginar la escena, similar a otras ya vividas de hijas de presidentes, infantas, infantes e infames. Hace doce años que escribí sobre una de ellas, en un medio alternativo, claro. Ésta es la crónica que nunca se llegará a leer en una de esas revistas. Cualquier parecido con la realidad de nuestros días es pura desesperanza...
Jolgorio, pandereta, mantilla y palmas y que viva la virgen. Cuando miles de trabajadores y trabajadoras abandonan las colas del INEM y la precariedad analfabeta se perfuma con lisonjas de enhorabuena y porvenir, es que a orillas del río Gualdalquivir hay boda de rancio abolengo.
Allí estaban todos, caciques y encacicados, asesinos de toros, tertuliantes malparidos, bajezas reales, obispos de dudoso comportamiento sexual, coplistas de ubres ombligueras y mariquitas estrafalarios. Y sobre todo, a mi pesar, estaba el pueblo desmemoriado, caduco y malandrín, los presuntos hijos de los andaluces de Jaen, los aceituneros en otro tiempo altivos y que, en estos días de fastos, se lanzaron a las calles para disfrutar del orgasmo colectivo que provoca el enlace entre un torero y una niña pija con título nobiliario.
También estaba el ente público, que dicen los cultos, o la televisión nacional que todos pagamos, que digo yo, con toda su parafernalia de cámaras y cables para retransmitir en directo y sin cortes publicitarios un acontecimiento de interés general que entretiene, emociona y forma conciencias aletargadas.
Había carrozas de caballos, como en las cabalgatas de reyes, pero en esta ocasión sus altezas no repartían caramelos y lisonjas entre la adulta chiquillería, sino bendiciones cesaristas y anónimas que entre todos tendrán que repartir, como la sopa de los pobres, que no alimenta pero sacia. Porque el festín nutritivo y sabroso reservado a los afortunados invitados tras la ceremonia, conserva toda la privacidad de los que se sienten exclusivos e irrepetibles.
La idolatría de la masa crea monstruos, al igual que el sueño de la razón. La apuesta por la gente, por su insurrección y liberación final del yugo clasista, sufrió un revés importante con la jodida boda del año. Confiemos en que nuestro estado cateto y redentor no se haya quedado con la copla y vea en estos acontecimientos lúdicos un apaciguador de masas desesperadas y hambrientas, porque de lo contrario todo está perdido.

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