te ofrecería mi alma de papel, palabras sencillas que
invento cada noche
en que se escurren, lentas, las horas. Y los rostros
no son tu rostro, y cada nombre es la antítesis de tu
nombre.
No es fácil amar las estelas de la ausencia, y me levanto de
esta silla,
reviso el cortejo de insectos desde mi ventana,
me sirvo agua helada, corrijo la inclinación de un cuadro
y vuelvo a mi asiento, concentrándome en la respiración
y los latidos que me regalan un segundo más de vida,
un renacimiento de los sentidos para sincronizar tus sueños y los míos,
antesala de los días que ya no serán extraños ni
tristes.
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