El insomnio de las cuatro y veintitrés acerca tu piel tersa
a mis sentidos, hace frío y doy gracias a las horas
robadas de la noche en el cauce del deseo.
Una cama puede ser un continente o la patria
cuando se ama. Una barricada para dejarse la vida
a besos, el festín de los amantes.
Es bueno que no estés, y aun así reconocerte
en el tiempo de caricias sobre todas las cosas,
habitando salones antes desiertos y acordes sostenidos
en este sol mayor de tu mirada.
Tendida estás amor, y eres lecho y refugio
en el sueño que por fin me acoge.
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