La vida es una carrera de horas, de días por venir, esperando que algo excepcional suceda y dé sentido a la inexplicable existencia. Y de cómo lo increíble se hizo realidad -frase prestada de Bohumil Hrabal y su magnífico Yo que he servido al rey de Inglaterra-, nos vamos nutriendo en la batalla diaria, soñando con relojes detenidos, penumbras, manos delimitando espaldas y nucas, poco que decir y mucho que sentir.
Mientras, el mundo gira ajeno a toda la marea de emociones que atraviesan el umbral de lo posible, y yo paso de puntillas por él repartiendo sonrisas a los que no me conocen, un pequeño tributo de agradecimiento por los seres maravillosos que sí se detienen en mí, mostrándome caminos ciertos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario