…La noche más larga se fue adentrando en mí con la precisión de un bisturí de cirujano, e irremediablemente, el latigazo de la memoria ahuyentó al fin todo el pesar, para transformarse en escenario de palabras. No esperaba la redención con ellas, ni tampoco un marasmo de certezas añadidas a lo que ya sabía. Tan sólo dejaría que se hiciesen dueñas de cada momento, entregado a la necesaria ocurrencia de que habría de amanecer…

martes, 16 de noviembre de 2010

Diario de la puerta de atrás (Las letras dormidas 2)

Me despertó la resaca mucho antes del amanecer, maniatado en la certeza física de la sed y el dolor de cabeza. El rostro amable y compasivo de la juerga previa se parodiaba ahora en su lado más oscuro, a modo de penitencia. Ese estado apocalíptico me había distinguido con su apremiante parábola de horror y negación en las últimas semanas aunque, inevitable y premeditadamente, yo había buscado su abrazo una y otra vez. ¿Cómo decirte, si no, todo lo que ya nunca sabrías por mi boca? Las certeras palabras mil veces escritas, las que no supiste escuchar, el papel doblado en tu mano pequeña y el postergamiento que no sacia. De nuevo me apercibí, una vez más en mi vida, de ser un coleccionista de escenas dantescas al límite del paroxismo más selecto y educado. Tú me lo habías dicho meses antes de negarte y disponer, parece que tienes miedo de asaltar al amor, no haces más que recrearte en ello, pero nunca alargas la mano para tocar lo que tanto ansías.
Me levanté de la cama inesperadamente lúcido y lleno de energía, a pesar del malestar físico que se iría difuminando en las horas posteriores como cubitos de hielo en un mar de alcohol. Al fin y al cabo, ése era el papel que siempre me había tocado jugar contigo. Lo primero, algo de música. Deseché las amargas razones de El Último de la fila por impropias del momento, apostando por las finas cuchilladas de Silvio Rodríguez, ...ojalá nunca sepas cuánto amaba, descubrirte los trillos de la entrega, y el secreto esplendor con que esperaba tu reclamo de amor, que ya no llega… Ya en la ducha y con la aspirina salvadora deshaciéndose en mi estómago, me sentí muy relajado,  dejándome llevar en volandas por la agradable sensación del agua tibia sobre mi cuerpo, ahora sólo me queda buscarme de amante la respiración, no mirar a los mapas, seguir en mí mismo, no andar ciertas calles, olvidar que fue mío una vez cierto libro… Y de ahí al abismo de la cotidianeidad más absoluta, al rescatar mi imagen ojerosa y patética en el espejo del baño. Me vestí ya en silencio, sin el entusiasmo desinhibidor previo que ya comenzaba a molestarme por mezquino, esa manifiesta frivolidad o relativismo, cuando hacía apenas unas horas que había perdido a Ella y a mi propia autoestima en el envite.
…ojalá que la lluvia deje de ser milagro que baja por tu cuerpo…
…ojalá se te acabe la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta…
…ojalá que el deseo se vaya tras de ti…

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